La semana mundial de la lactancia se celebra del 1 al 7 de agosto, gracias a una iniciativa promovida por UNICEF y la OMS, desde el año 1992, con el objetivo de promover la lactancia en todo el mundo.
Este año la semana inició bajo el lema de «Empoderémonos, hagamos posible la lactancia» y como madre amamantadora de dos niñas desde hace 3 años ininterrumpidos, quiero hacer un pequeño análisis sobre lo que para mí es el empoderamiento.
Muy lejos de la definición tradicional de empoderamiento, que pregona el dar condiciones a un grupo desfavorecido para que por autogestión mejore su calidad de vida, considero que en la lactancia el empoderamiento debe ir sustentado en dos pilares: la información y el apoyo.
Al referirse a la información, no es sólo repetir las múltiples bondades y beneficios de la lactancia, sino crear espacios seguros donde se permita a la madre exponer sus dudas, temores, inquietudes e insatisfacciones, sin temor a ser juzgada, ofreciendo puntos de vista amorosos, inclusive para aquellas mujeres para quienes la lactancia no es una opción, y permitiendo que gracias a la información actualizada y oportuna, las madres puedan elegir amamantar, no desde la presión, sino desde el conocimiento consciente y amoroso.
Y con respecto al apoyo, no es sólo decirle a la madre: «Tu puedes», es realmente hacerlo posible, evitando hacer comentarios que entorpezcan la lactancia, ayudando a realizar las labores domésticas, facilitando la ayuda psicológica postparto, normalizando el amamantar en público sin temor de que vean los senos como un objeto meramente erótico, luchando por licencias de maternidad más justas y siendo agente multiplicador del mensaje prolactancia.
Queda mucho por hacer en el camino de retomar la naturalización de la lactancia humana, pero siento que cada vez se van derribando más mitos y creando redes de apoyo efectivas, no sólo para las madres, sino para toda la familia.